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Un oso en la cueva
lunes, septiembre 30, 2002
 
Historias Heterosexuales...

A veces he pensado qué difícil es comunicarse (en ciertos temas) con los heterosexuales. Incluso con los que son amigos míos de siempre, que saben de mí, de mi marido, que convivimos a menudo. Hay, sin embargo, una barrera que se establece ante ciertos temas, cuando hablamos con ellos. Son barreras no pactadas, que existen quizá por incomparecencia de los combatientes (en su caso). Por aquello de no provocar fricciones, quizá... O sencillamente porque sería de todo punto incomprensible para ellos. No es que su aceptación de la homosexualidad (de la mía en concreto) sea tibia. Es sencillamente que no pueden imaginarse cómo es el mundo de un maricón más allá de tres o cuatro estereotipos que, para colmo, en el caso de los osos no funciona.

En general muchos heterosexuales funcionan con nosotros a base de estereotipos. Ahora no hablo de nuestra relación con los amigos, a eso volveré dentro de un párrafo... Esos estereotipos son cosas como qué papel (rol) juega cada uno en la pareja: si uno hace de "mujer" y el otro de "hombre": incapaces de pensar de otra forma, quieren trasponer el ideal -carca donde los haya- de los papeles femeninos y masculinos a la pareja homo. Igualmente, están los estereotipos referidos al mundo marigay: que si locos por la moda, por los trapitos, por el culto al cuerpo, que si afectados y etc etc... Lo dicho, es pura necesidad de buscar "algo diferente" en los que no son como ellos. Como para marcar distancias.

Pero yo hablaba de gente con la que eso no es necesario: saben que somos maricones, que somos pareja de hecho, y como saben cómo somos, tampoco tienen más problema en aceptarnos aunque no estemos dentro de esos estereotipos. Pero la barrera existe: cómo podrían imaginar que llevamos una pareja abierta, que jugamos con otros hombres, que nos metemos en una sauna o que visitamos un cuarto oscuro. Cómo pensar en que tenemos nuestros fetiches, o que a veces me meto un consolador enorme... yo qué sé. Por ahí... Por otro lado, tampoco yo encuentro la forma de poder hablar de ese tipo de cosas con ellos. Quiero decir, que me temo que se sentirían incómodos, aun siendo buenos amigos, por hacerles partícipes de algo que, en el fondo, prefieren no conocer. Igual es que me da miedo que este tipo de historias rompa esa sensación de "normalidad" que sigue en nuestras relaciones de amistad. Quiero decir, que igual el pecado está en mi lado, por aquello de seguir pareciendo "perfectamente normal" (esto es, queramos o no, "perfectamente heterosexual") ante ellos.

No queriendo, así, ninguna de las partes, romper ese pacto tácito, hay parte de mi mundo maricón que nunca podrá ser entendido por un heterosexual. Lo curioso, acaso triste (en todo caso marca la realidad del mundo que vivimos), nosotros, como maricones, estamos continuamente aceptando "heterosexualadas" como un pino, que se nos sueltan sin más. Por ejemplo, entre tíos: comentar que alguna actriz está buenísima, o algo así. Los heterosexuales no suelen tener pudor alguno en contar públicamente esas cosas, y yo me encuentro con que tengo un tonto pudor a la hora de poder decir lo mismo de un actor. Si se diera el caso.

¿Se nota cómo estoy reconociendo que, por encima de los estereotipos heterosexuales el que está completamente cortado ante su ostentación soy yo? Manda huevos, si esto también es culpa de los putos curas de siempre...
 

martes, septiembre 24, 2002
 
Las saunas

No sé si ya lo había comentado por aquí, o aún no. Pero ahí va: me encantan las saunas. Las de hombres, quiero decir. Las de maricones que van a pasar un buen rato viendo y tocando. Y cuando pienso en lo bien que me lo paso en ellas, y en la antigüedad que algunas tienen, me doy cuenta de todo lo que me perdí durante un buen montón de años, cuando vivía en un mundo en el que esos lugares no existían. Vamos, que yo ni me había enterado. Así que me qudaban, en aquellos años, los cines cerca de Sol, las estaciones de autobuses... poco más. Era cuando pensaba que era un bicho raro porque me gustaban los hombres rudos, mayores que yo. Y con los amigos maricuelos que me llevaban por el Chueca de mitad de los ochenta (sorteando los kinkis y los colgaos, metiéndonos en el Ras con las locazas de la modernidad etc...) me encontraba completamente fuera de lugar. Ni era yogurín ni me iban las modas petardas. Ojalá alguien me hubiera hablado entonces de las saunas...

No fue así, y las descubrí mucho después. Entré en mi primera sauna en Barcelona, la Condal de la calle Espolsasacs. Iba de la mano (lo digo en serio, al menos en dos o tres sitios le di la mano, que entre la oscuridad y el acojono estaba de los nervios) de un colega que ya había experimentado esos placeres húmedos y calientes. Un poco con la excusa de no haber estado ni saber cómo se organizaba el dédalo de pasillos, escaleras y demás. Un poco acojonado con las miradas tan descaradas de algunos de los hombres, que me hacían bajar la cabeza (qué ridículo...). Allí me metí en la sauna húmeda, sin ver nada. Y es que en estas zonas oscuras servidora se pierde del todo: no veo nada de nada... así que a palpar buscando una pared libre, o una mata de pelo. Allí me magrearon, magreé, montamos numerito... y me susurraron a la oreja esa frase casi mítica de las saunas: "¿vamos a un privado?". Ahí salí detrás de un hombrón de esos que uno sólo puede encontrarse normalmente en las saunas. Y descubrí las angostas cabinas, el efecto del sudor sobre el escai de las colchonetas, y el cielo que uno descubre siempre al follar y ser follado. Aquél día conocí también alguna estatua -de las que ya he hablado por aquí.

Me encantó la experiencia, así que seguí repitiendo: he recorrido con el tiempo una buena parte de la geografía de las saunas y en algunas hasta me conocen. Bueno, lo cierto es que en cuanto uno empieza a recorrer estos lugares, es más que normal encontrar caras conocidas. E incluso hacer amigos, aunque puede sonar un tanto extraño para un lugar en el que lo que prima es el polvo y adios buenas. Mucha gente ni te dice su nombre, ni se queda un ratito después de correrse. Allá ellos.

Debo explicar que me van las saunas en las que veo gente de la que me gusta: osos, gordis, peludetes varios, maduros... a las saunas viene mucho tío casado que no puede encontrar sexo (o no le apetece) en otros lugares. Lo cierto es que tiene su lógica: te encuentras en un lugar en donde todo el mundo sabe a lo que va, con lo que las explicaciones sobran. Como sobran los flirteos eternos que puedes contraer en un bar y tirarte media noche intentando ver si finalmente va a haber cama o no. En la sauna no hay necesidad de largas presentaciones y, de tomarte algo con el maromo, normalmente lo haces después del polvo, sin prisas ya. Esas son las saunas que me van. Por las tardes de los días de labor, o el domingo durante el partido de fútbol (la incauta de turno se piensa que su hombre está en plan hincha y lo cierto es que se está hinchando, pero no en el estadio). Las otras, con mucha tontería, juventud o chaperos, sencillamente las evito. Alguna vez he caído en una de esas, pero entre que no me comía nada y que tampoco veía nada que comer, me sentía estafado. Alguna otra vez he caído en una que estaba casi desierta, y ahí sí que me he sentido estafado del todo. ¡Joder! podrían avisar de eso a la puerta antes de pagar la entrada... que por cierto no es regalada precisamente.

Mis favoritas... no van en orden: la Príncipe de Madrid (ahora cambió de sitio y está toda nueva que da gusto... aunque antes, toda cutrecilla ella y con plantas de plástico, aún así, tenía un encanto como sólo lo dan los hombres que la poblaban. Afortunadamente, ahora siguen yendo, a la nueva). La ya mencionada Condal de Barcelona (y mira que está vieja... pero qué morbazo da perseguir y ser perseguido por los pasillos de puertas rojizas). La Nordik de Murcia, sobre todo las tardes de los jueves, que es día de descuento y los huertanos se meten ahí a ponerle a uno malo del corazón y de todo. También es Nordik la de Sevilla, nada mal para conocer el "producto interior bruto", que le llama M. Y también de la misma cadena en Zaragoza. Todas ellas muy mejorables, pero como a lo que uno va es a pasárselo bien con otros tíos, los criterios de calidad, diseño, modernidad e incluso limpieza pueden quedar un poco en segundo lugar. Desde luego, la de Atxuri en Bilbao (Oasis), que es un clásico y recientemente la mejoraron. Uuuuf la de cosas que me han pasado en ella. Bueno, la de Valencia de la Avda. del Puerto, que nunca me acuerdo cómo se llama, Thermas o algo así, pero que es todo un lujo, hasta con piscina. Y a veces bien surtida de osazos. En Figueres hay una que es una gozada, si uno pilla la tarde en que medio Ampurdá va por ahí a golfear... En Santiago de Compostela también disfruté, así que la incluyo en la lista: Azul, se llama. Añado Venconmen de Donostia, que me resulta simpática, muy moderna y bien puesta para ser tan pequeñita, pero donde siempre echo a faltar más hombres de los que ves por ahí fuera de ella... ¡a ver si se animan a entrar, kontxo! Y la de Torremolinos, que tiene su aquél. Bueno, y una que es simplemente surrealista, la de Sitges, donde caímos una tarde de fiesta de espuma y resultó cosa de muchas risas... y hombres. Realmente, ahora que estaba haciendo memoria, me doy cuenta de que en casi todas me lo he pasado, al menos, aceptablemente, y muy normalmente, muy bien. No fue así en ninguna de las dos de Playa del Inglés: la que está en el Yumbo, un timo: vacía y cutre. La otra, del Nilo, vacía, aunque prometía. Igual no fui ni el día ni a la hora adecuada...

Del extranjero no puedo (aún) comentar mucho. Aunque recientemente caí en Costa Rica en una que era alucinante, un poco como salida de Eyes Wide Shut... en cierto modo. Se trataba de un antiguo hotelito de dos plantas, reconvertido en sauna (EL sauna le dicen por allá), y habían mantenido las habitaciones tal cual, con lo que uno tenía, en vez de estrechas cabinas, toda una cama de matrimonio (o dos en alguna habitación), además de baño completo. Un lujo. Y los osos ticos, uuuuf. Bueno, y debería hablar, pero lo haré otra vez, porque se merece más espacio, de las saunas de Estambul. Y de los hombres de allá. Y...

Bueno, pues eso, que me encantan las saunas. El sexo sin complicaciones. Un poco a lo canalla. Y ese toque hasta ridículo de ver a todo el mundo con un faldellín de tela a la cintura. Alguna vez he pensado: ¿no sería mejor que fueran directamente nudistas? Mucho más sencillo y más agradable a la vista (ya, ahora el lector comentará eso de que así entreviendo entretapando se consigue más morbo: pero lo siento, me encanta la desnudez más completa).

Me pasaría las tardes en las saunas con los hombres, pero no es cosa de arruinarse así (económicamente hablando, digo). Y eso que, a pesar de que me encantan, de que ya las conozco y sé lo que hay y que no me acojona nada de lo que hay o se busca, sino todo lo contrario, sigo teniendo una especie de ataque somático irracional que me hace, nada más desnudarme, tener que ir corriendo al baño. Un esfínter nervioso o algo así, dictaminaba el buen amigo, y amante también de las saunas, P. Será cosa de esa jodida educación con la que nos machacaron contra los vicios nefandos. Qué jodidos, si hay muchos curas que también son clientes fijos de ellas...


 

miércoles, septiembre 18, 2002
 
Estatuas

A veces te los encuentras, en las saunas por ejemplo. El tío está como un pan (o, como decía un buen amigo, "está para hacerle un traje de babas", que queda mucho más gráfico). Tú le entras, magreando un poco, luego un poco más, luego metiéndole mano en plan descarado, y el te mira, a lo más sonríe un poco, y se deja hacer. Tus manos van subiendo y bajando por ese cuerpazo (¡peludo además! joder cómo me pone, piensas), e intentas un acercamiento lamiéndole el cuello para ver si llegas a besar su boca, con esos labios bajo su bigotón, gruesos y carnales, que te están llamando... Pero no, el tío aparta la boca y parece haber musitado algo así como "besos no, por favor" aunque tú haces como que no lo has oído ni te importa. En cualquier caso, desistes de la boca y le lames un poco el cuello o las orejas. Notas, de todas formas, que la cosa no parece entusiasmarle, por lo que intensificas el paseo que le das a su cuerpo con las manos, y decides bajar un poco... Hacia su polla, claro. A chupar. Notas cómo responde, la polla. Él incluso se contonea un poco con tus trabajos, pero empiezas a darte cuenta de que no va a mover las manos para nada.

Porque es una estatua. Una de esas que se dejan hacer pero que no van a mover ni un dedo para que los dos disfruteis. ¿El tío va de heteroplasta y es de los que piensa que mariconadas las justas? Posiblemente algo así: viene como una perra a las saunas, y acaba con un rabazo metido en el culo. Pero ni besa, ni la chupa, ni toca más allá de un poco de abrazo fraterno. Una estatua vaya.

Cuando te das cuenta, sabes que lo mejor es pasar del tío y encontrar algo que se mueva un poco. Aunque no sea un dios como esa lujosa estatua. Además, él se va a quedar ahí, para que llegue otro incauto a comenzar la historia, o para que la termine en sus estrictas condiciones. Que, por supuesto, ni siquiera ha tenido el detalle de comunicarte.
 

martes, septiembre 17, 2002
 
Chatear

Hubo un tiempo en que eso era tomarse unos vinos, normalmente con los amigos. Ahora es otra cosa, claro, y sólo menciono el tema por aquello de comenzar de alguna manera. Con recuerdos, claro. Ahora tenemos los chats, en muchos sitios: en chueca.com, el irc-hispano donde está la cueva del oso, en mensual.com... Yo sigo entrando en #gay_osos, como lo hago desde hace unos cuatro años. Ha habido épocas en que entraba más, otras en que menos, algunas en las que ni he aparecido por allí. He visto pasar gentes muy diferentes, he contemplado como las cosas han ido cambiando mucho. Posiblemente alguien debería hacer una pequeña historia de los osos en España, y recoger un poco el paso del tiempo que ha ido teniendo este canal. De la época en que parecía que nunca iba a haber más de cinco personas a momentos en los que más de cien nicks se agolpan en la lista de participantes. No tengo el cuerpo, ni soy el más indicado -claro-, para hacer esa historia, contar cómo fueron naciendo las primeras reuniones -kdds en la jerga- que fueron realimentando la cosa, el nacimiento de los clubs, la ascendencia y aparición de bares de osos... todo eso que incluso hoy en día estamos viviendo, porque es una historia en movimiento, en proceso.

Todo el mundo que pasa un tiempo chateando, en el canal de los osos o en cualquier otro, se va formando una "teoría de la cosa". Tarde o temprano todo el mundo tiene su teoría de cómo es, cómo podría ser, por qué no es eso y quién es responsable de ello. O algo así. En cuanto uno tiene una teoría de la cosa, ya es difícil hacerle cambiar de opinión. Lo malo es que pocas veces las teorías de la cosa que han desarrollado diferentes personas coinciden. A veces uno se encuentra con que otra persona comparte bastante, pero nota cómo otros, nada de nada. Suele pasar que en el primer caso uno se lleva bien con el otro, y en el seguno más bien mal. A veces la confrontación no nace de contraponer teorías, sino de la misma coexistencia: hay gente que lleva mal no ser lo suficientemente protagonista, o más bien que lleva mal que otra persona lo sea más que uno. Hay gente que directamente te estomaga y todo lo que escribe es poco menos que casus belli. Hago especial hincapié en lo negativo porque es lo que más suele traslucir, y lo que más consecuencias suele traer: tenemos todos una tendencia siempre excesiva a hablar mal de los demás. Mucha gente no se da cuenta de esto, y muchos que piensan que esto solo pasa en el canal que frecuentan no se dan cuenta de que es una característica de todos los canales. Incluso menos son los que caen en la cuenta de que lo mismo nos pasa en las relaciones humanas.

Quizá porque no hay una conciencia de que en el chat lo que hay detrás de los nicks son personas. Con sus grandezas y sus miserias. Y la fatalidad hace que, en cuanto uno se mueve, sean más aparentes las últimas que las primeras. Es más fácil meter la pata que salir airoso siempre. Por mucho que uno quiera crearse un personaje, el plumero se le acaba viendo (a veces, chiste fácil, también la pluma...). Mi experiencia personal, y lo digo así explícitamente para evitar que se crea que generalizo, es que las personas con las que he "conectado" en el chat, aquellas con las que he descubierto que me entretenía charlando a base de darle al teclado, resultan ser, en persona, personas con las que me gusta relacionarme. Muy diferentes de mí, a menudo. Como pasa en el mundo real.

Quien se crea que un chat es un sustitutivo del mundo de verdad, es que lo desconoce todo del tema. Lo único que hacen posible estos nuevos canales de comunicación es ofrecer la posibilidad (antes inexistente) de encontrar gente con quien charlar que tiene algo en común contigo, por raro que esto sea. Por ejemplo, uno es un fan de los libros de lógica y de las paradojas matemáticas (yo no, conste jejejee). Y en su pueblo, ha dejado por imposible lo de encontrar a alguien con quien compartir su afición. Escribió, quizá, alguna vez a una revista que había sobre el tema, o contestó a un anuncio, pero esa relación epistolar no fue muy allá. De repente, con el paso de los años, descubre en internet que hay mucha gente que comparte su afición (por ejemplo, Google da más de 1000 entradas que contengan las palabras "lógica" y "paradojas matemáticas"). Lo mismo descubre que hay un canal en el que cada noche se reune gente a hablar del tema... etc etc.

Esto pasa con lo de los osos que han encontrado su ciberparaíso. ¿Qué posibilidades había hace unos años, sin Red, de encontrar gente con idénticas características o aficiones? Pocas, especialmente si uno se encontraba además fuera del ambiente y no acudía a las secciones de contacto. Si además estaba en el armario o no frecuentaba, por los miedos naturales, lugares de cruising, la posibilidad de darse de morros con alguien "común" era más bien baja. Ahora uno puede ir conociendo gente, más o menos lejana, más o menos afín. Puede plantearse conocer en persona a alguno de ellos (a algunos de ellos...). Puede ir descubriendo clubs, o reuniones, puede animarse a entrar de veras en algo que le gustaba. Como se ve, no he incorporado además el tema sexual (en el caso del amante de las paradojas matemáticas no nos parecería relevante, ¿no?... en el de los osos tampoco tendría por qué serlo si la persona no desea que lo sea). Hay gente que además introduce el sexo en la ecuación. Yo lo hago, lo he hecho. Y me parece perfecto. Comprendo que haya personas que no lo hagan, y que algunas coloquen el tema en primer lugar. Es parte de la variedad de la fauna de un canal.

Bueno, estas reflexiones son, soy bien consciente de ello, parte de mi "teoría de la cosa": en mi (más o menos modesta más o menos ingenua más o menos equivocada) opinión, estos canales de comunicación permiten contactar con gente que te es afín, y ello facilita las relaciones humanas. Por eso quizá, lo de preocuparse por quién manda o deja de mandar por ahí, por quién es la reina de la noche o el rey de la semana, por si a uno le concedieron el *honor* de poder llevar peineta (ser operador del canal) o por si se queda con una mísera crucecilla es completamente estúpido, y contraproducente. A mí me preocupan las personas que cifran en eso todo el valor de otra. O de sí mismas. Como me preocupan quienes pretenden tener siempre el monopolio de algo o la razón en todo.

Por mi parte, a lo largo del tiempo, he hecho muy buenas amistades por los canales. Y me lo he pasado pipa follando con más de uno (y también de treinta). Algunas veces (pocas) he tenido decepciones, en lo humano y en lo sexual (que no deja de ser parte de lo primero, claro...). En otras, el tiempo ha hecho que esa persona con la que tanto conecté y yo siguiéramos rumbos diferentes. Alguna vez, también, me he encontrado a un tipo del que pensé en cierto momento que era completamente imbécil y luego me lo ha confirmado. Pero, es cierto, incluso en esas ocasiones he intentado analizar si se confirmó el tema porque ya iba predispuesto o porque realmente no había manera de congeniar.

A lo largo del tiempo (aunque realmente nos conocimos por videochat, que es algo diferente, pero eso sería tema de otro día), me encontré por estos pagos a una persona que fue capaz de enamorarme lo bastante como para comenzar juntos la locura de una relación, de una vida en común, de un matrimonio. ¡Así que cómo les voy a poner pegas a los chats... !
 

lunes, septiembre 02, 2002
 
Cuestión de puños

Nota: Puede que haya lectores especialmente sensibles en torno al asunto del fist-fucking. Si es así, les recomiendo que se salten esta entrada...

La cuestión del fisting, o handball como a veces se le conoce, podría ser objeto de muchas controversias. A mucha gente le puede parecer una especie de tortura innombrable. La sola idea de pensar que una mano se puede introducir por el ano de una persona les lleva a ponerse de colores, abrir los ojos como platos y salir corriendo. Allá ellos. Tampoco voy a hacer aquí un panegírico de estas prácticas, aunque he de reconocer, por experiencias propias y por comentarios de otras personas, que es algo realmente placentero (para ambos), y sobre todo muy morboso.

Desengañémonos, a muchos nos encanta introducirnos cosas por el culo. Encontramos mucho placer con ello. Y una polla tiene un tamaño determinado que, salvo casos realmente excepcionales (si es así, por favor, ponte en contacto conmigo en el email que indicamos a la derecha, gracias... je je je), aparte de unas características de volumen, tamaño y tal que pueden resultar, si no insuficientes, sí incapaces de explorar nuestro interior de la manera que una mano bien conducida puede hacerlo.

Sobre técnicas, formas, cuidados que han de tomarse y demás hay bastantes páginas en internet (Por ejemplo, en Gayscape hay un buen listado de páginas sobre el tema). No voy a entrar en eso especialmente. Aunque sí os recomiendo que busqueis a una persona conocedora del asunto para vuestras primeras experiencias. Me da la sensación, por otro lado, que los mejores fisteadores son precisamente los que están acostumbrados a tener un puño en el culo. Que saben, no sé si mejor, pero desde luego sí más de primera mano (chiste malo) de qué va el tema, y cómo ir hacia adelante (y hacia atrás) con mejor tino.

Personalmente, me he descubierto incapaz de meterle el puño a nadie. Al menos por el momento... La única vez que he tenido casi la mano dentro de alguien tuve una lipotimia y casi me desmayo. No sé muy bien qué pasó... posiblemente la presión sobre mi mano que hacía el esfínter (¡¡¡y que es mucha presión!!!). Estaba como imaginándome que iba a meter ahí la mano y nunca más podría sacarla, qué se yo. Pero me puse malísimo, para descojono del que me ponía el culo y de los compañeros de juego que estaban ahí mirándome como si fuera una tierna virgen colocada en medio de una orgía. En eso mi marido tiene mejor experiencia. Lo cierto es que pocas veces le he visto tan excitado como cuando está metiéndole la mano a alguien. Incluso verlo desde fuera (esto es, sin intervenir como mano o como culo) la cosa es terriblemente morbosa. Las caras, el placer que se palpa en el aire, tienen una componente morbosa increíble. (Sí, lo reconozco, para gustos están los colores...)

Lo cierto es que tengo pendiente que me metan del todo la mano. Tengo un poderoso esfínter y me da cierta aprensión el tema. Pero es todo cosa de probar la próxima vez y gozar como loco. Las veces que me han tentado la cosa se ha quedado a nada. Una pena, porque hasta llegar a ese tope que supone pasar la parte más ancha de la mano, la zona a la altura del pulgar, el placer que estaba sintiendo era descomunal. Maravilloso. Especialmente los suaves movimientos de los dedos, la forma en que se va dilatando... Son placeres difíciles de expresar de forma escrita, muy intensos, le llenan a uno como lo hace un poderoso olor.

Por supuesto, toda lubricación es poca. Grasa que facilita todos los movimientos. Aunque he visto fistear casi a pelo, lo cierto es que es mejor trabajar con suavidad. Porque, no lo olvidemos, uno está jugando bien dentro del otro, y con tejidos que no están pensados para meter normalmente una mano. Igualmente, hay que reconocer que es una cosa que puede quedar sucia. Las heces que siempre pueden andar por ahí y que, para algunas personas, resultan muy desagradables. Pero el sexo anal es así, guarro las más de las veces, qué le vamos a hacer. Desde luego, están los enemas, poner cuidado y buscar el momento en que no tengamos restos por el recto. Lo mejor es usar un guante de los de tipo quirúrgico: aunque no es estrictamente necesario, siempre resulta más fácil de limpiar y todo eso.

Pero, bueno, a lo que me iba a referir en este comentario, que pensaba ser más breve y no lo está siendo, es a cómo se toma la gente (cierta gente) el asunto del fisting. Lo he visto al plantear el tema entre amigos, en el canal #gay_osos o en otros foros. Hay gente que te califica ya como algo realmente peligroso en cuanto se ve que te interesa, te gusta o lo practicas (supongo que estableciendo grados, cuanto más metido en el tema, peor persona resultas ser). Posiblemente esto es un tema generalizable a otras prácticas sexuales que se alejan de lo que se suele llamar en la jerga maricona "vainilla" (o sea, lo más suavecito). El sexo fuerte, que supone experiencias obviamente fuertes, es un tema bastante tabú entre muchos osos. (Cierto, también entre muchos gays sin más).

Sucede que a veces me da la sensación, con algunas personas que demuestran exageradamente su desagrado por cuestiones como el fisting, de que hay una especie de falso pudor en reconocer las variantes del sexo entre hombres. Será parte, como muchos otros (casi todos ellos) problemas que se presentan en torno a la homosexualidad, resultado de una educación represiva y a una falta de educación libre en la homosexualidad. Me explico: no hay cursillos para hacerse marica, ni talleres donde practicar técnicas y demás que puedan irle facilitando a uno tomarse las cosas con la tranquilidad y el placer que se merecen. Hemos ido llegando a estas cosas a base de autodidactismo (afortunadamente en la Era Internet la información y la exhibición de muchos temas abunda, no es como antes...) y a base de la experiencia personal. Es decir, ensayo y error. Pura empiria, que nunca asegura una formación adecuada, y que, desde luego, no permite desarrollar bien -gozosamente- los valores que podemos sacar a una sexualidad sin prejuicios entre hombres.

De esta manera, a muchos les parece que algo como el fist-fucking tiene una aureola demoniaca. Rápidamente, se desarrolla un prejuicio hacia la práctica y sobre todo hacia quienes lo practican. Quienes son más asiduos de bares leather (aunque ir a bares de estos es considerado por bastantes osos que conozco ya como un pecado nefando...) habrán tenido la oportunidad de poder contemplar prácticas públicas de prácticas de sexo "fuerte" y posiblemente, independientemente de que les guste para ellos o no, serán más comprensivos hacia los gustos o aficiones de los demás.

En esta bitácora en la que me erijo como pontífice máximo y opinador sin tacha, estoy siendo siempre bastante crítico con el mundo de los osos. Y aquí elaboro otra crítica, que viene a ser la misma que hice al hablar de la femineidad o de las mujeres... Los osos corremos el peligro de pretendernos gente sin sexo, ángeles peludetes encantadores como un osito de peluche, libres de las ataduras de la carne. O algo así.

Conozco unos cuantos osos que parece que no tienen apetencias sexuales. Que no follan o algo así (aunque sabemos que lo hacen, pero lo mantienen no ya en privado, sino como el mayor secreto del mundo). Y no solamente eso, sino que miran con desaprobación el que la gente tenga una vida sexual más social, que incluye pasar por cuartos oscuros, pegarse el lote si se presenta la ocasión más o menos donde sea, frecuentar las saunas y, por supuesto, realizar cosas como el sexo en grupo, o variedades poco "vainilla" del sexo.

No quiero con ello decir que sea obligatorio hacer nada en concreto. Y menos dejarse meter un puño o meterlo. Lo que sí debería ser obligatorio, y entenderlo como parte natural de nuestra cultura, es respetar con completa libertad lo que los demás quieren, desean o hacen.
 

 
En la sauna...

Nada más llegar esa tarde a la sauna, en el mismo vestuario, me sucedió algo que siempre había leído en los relatos de sauna, pero que a mí, ya veis, nunca me había ocurrido antes. Estaba desnudándose un tío, un tiazo de hecho: como de unos cincuenta, peludete, algo gordillo, pero fuerte, muy sexy, por todos los lados que lo miraba. Y lo miraba mucho (cosa rara en mí que siempre me quedo mirando al infinito en el fondo de mi taquilla en esos momentos). Bueno, él se debió de dar cuenta, porque no paraba de mirar cómo me desnudaba. O quizá comenzó él a mirarme. Da igual... ahí mismo, con más gente, ya nos estábamos comiendo con los ojos.

Fue justo ir hacia la ducha, entrar hacia lo oscuro (quiero decir, el baño turco) y chocarnos los dos de manera desenfrenada, sin decir nada. Otras manos y otras lenguas, también otras pollas, se iban juntando, pero nos daba igual porque el abrazo nuestro nos hacía inseparables. Fue él quien comentó a mi oído: "¿vamos a una cabina?". Creo que llegué a comentarle: "ya estabas tardando en decirlo...". Allí nos fuimos.

Para variar, casi todas las cabinas estaban ocupadas. Y la que pillamos vacía, tenía una corrida -enorme- sobre la colchoneta. Le dimos la vuelta y allí caímos, entrelazados, comiéndonos con la lengua y con las manos, haciendo de los pies, las piernas y todo nuestro cuerpo más extensiones sensibles -muy sensibles- al tacto. Le comí la boca, la barbilla, las orejas, el cuello. Le mastiqué los pezones mientras él me iba haciendo lo mismo. Mi polla estaba tiesa -como siempre se pone en circunstancias así. La suya no menos. Las manos jugaban a seguir acariciando, pellizcando, dando palmetadas en el culo, agarrando la polla y machacándola poco a poco. Es difícil describir todo esto paso a paso, porque no había pasos, sino un continuo de lamer, besar, chupar, agarrar, movernos como contorsionistas (y eso que los dos estamos fondoncillos).

Nos comimos las pollas, el culo. Jugamos con nuestros dedos en todos los orificios. Y follamos, el uno sobre el otro, el otro sobre el uno. A un lado, a cuatro patas... joder, no sé bien cuánto tiempo pasó, pero fue muy intenso. Por supuesto nos decíamos cosas, aparte de jadear y bramar como dos bestias en celo (lo que éramos). Me contó, entre jadeos, cómo me había fichado nada más entrar. Como yo. Resultó que nos conocíamos, además. No de follar antes, sino de chatear, del canal, de hablar intrascendentemente, pasarnos las estadísticas y desear vivir en la misma ciudad (en la que ahora estábamos, yo andaba de viaje) y encontrarnos. Nos deseábamos y todo lo que decíamos nos ponía más cachondos.

En una de esos momentos en que íbamos cambiando de postura, y diciéndonos cosas, le tumbé boca arriba en la camilla y me senté de golpe en su polla. Hasta el fondo, que me hizo sentir completamente lleno de él. Y conservando todo el control, apretándole con mi esfínter mientras subía y bajaba por la verga. Le machacaba los pezones, y él supo que quería que me hiciera lo mismo a mí. (Siempre pasa, en la forma con que te agarra la polla y te la machaca sabes cómo le gusta a él; por donde pasa su lengua será donde más placer encuentre él al pasarle tú la tuya... siempre es así, y lo más maravilloso es poder ir conjugando los ritmos y las caricias para conseguir que los dos lleguemos al orgasmo, algo que requiere esa compenetración maravillosa que sólo dos hombres juntos y follando consiguen... a veces!). Ahí estábamos, a punto de corrernos, cuando él decidió cambiar de postura y poner su culo para mí.

Se la clavé. Un temblor recorrió su cuerpo, y me pasó el escalofrío a mí, tan conectado a él en ese momento. Empecé a bombear, temiendo que la erección me bajara (estaba apretando mucho el esfínter y yo me desinflo rápidamente en esas situaciones). Pero mantuve el tipo. No es que lo quisiera hacer por no quedar mal, es que realmente no tenía otra opción. Los movimientos conjuntados nos lanzaban un poco por toda la estrecha cabina. Y sabíamos que estábamos dando la nota, que se tenía que oir todo. Y muy alto, pero nos daba igual, porque sólo existíamos como ese entorno de dos cuerpos unidos por el sexo.

Acerté a agarrar su polla en el momento en que se iba a correr, y controlé, sin piedad, apretando y soltando, empujando hacia delante y detrás su carne, su corrida. El gemía y yo no podía hacer menos, porque el esfínter no paraba de apretar y soltarme, en un ritmo frenético que casi me hizo correrme dentro. Pero él acabó un poco antes, y cayó de espaldas sobre la camilla, justo el tiempo suficiente para que yo me acabara de dar dos manotazos a la polla y me corriera sobre esa peluda barriga, llegando a las tetorras y el pecho muy uniformemente cubierto de pelo.

Después del éxtasis, vino esa calma en la que nos apetecía acariciarnos, contarnos más cosas, darnos cuenta de que, en ese momento, estábamos terriblemente enamorados el uno del otro. Y, mientras el tiempo pasaba, la pasión volvía a apoderarse de nosotros. Hubo una segunda ronda, y habríamos tenido más, pero entre unas cosas y otras se había hecho muy tarde, y los dos teníamos que irnos, él a su casa, con su mujer e hijos, yo a las obligaciones que me habían llevado a su ciudad.

No ví nada más de la sauna (esa primera vez). Pero mereció la pena. Aún hoy me acuerdo de aquel polvazo hace ya más de tres años. Y se me sigue poniendo tiesa. Ya se sabe, cosas de las saunas.
 

 
Chochofobia

La he visto mucho entre los osos... aunque no es algo ajeno al mundo gay en general. Pero los osos, con esta pasión que tenemos por lo "masculino" tendemos a apartar de nuestro mundo a todo lo femenino (ya hablé de eso hace unos días). Y, consecuentemente, a las mujeres. Por encima de todo.

Incluso a veces se llega al extremo de mirar con condescendencia a quienes tienen "amigas" (mujeres, quiero decir). A ellas, claro, se les acusará de mariliendres. De osoliendres, en este caso. Pero al transgresor, al que se aparta de ese Universo Macho, ay... podría llegar a ser señalado con el dedo cualquier día de estos.

Exagero, por supuesto... pero al fin y al cabo, si uno no exagera un poco en su vida, ¿qué le queda?.
 

 
Cosas de hombres

Bien... es cierto que no tenemos la regla, (¿alguien ha añadido "afortunadamente"? Ojito... que eso es síntoma de chochofobia... mucho oso con ese mal, pero ya hablaremos otro día). Bueno, pues eso, que no tenemos la regla, pero tenemos días. Y días. Los hay en que estás más irascible que nunca, y lo pagan los de cerca. Hay días que estás poco receptivo... que incluso el sexo parece menos atractivo que lo normal (o sea, muchísimo). Otros días, no, un completo salido todo el día con el rabo apretando y metiendo mano a todo lo que pillas -y se deja. Son cosas de hombres...
 

Comentarios, historias y desventuras de un oso - un oso es un hombre gay a veces peludo, otras fornido o gordo, un maricón nada preocupado por parecerse al chico danone, más bien todo lo contrario

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