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Un oso en la cueva
sábado, octubre 26, 2002
 
Al habla la Hermana Bastarda de Lisa Simpson

Lo primero es lo primero y esto es que he sentido una gran alegría al encontrame con esta bitácora osuna en la que nuestro "Oso en la cueva" vierte unas opiniones tan jugosas e interesantes. Leyendo lo publicado hasta ahora no puedo más que decir: "me lo has quitado de la boca" (y ojo que no digo sacado, que como buen gallego tendría derecho a decir pero se prestaría a malas interpretaciones). Y es que he pensado tantas veces cosas similares a las que he leido en estos artículos que sólo puedo estar de acuerdo con todo lo que expresan. Así que por el momento no puedo entrar en esa jugosa práctica que es la polémica. Habrá que esperar el momento de un desacuerdo y empezar a meter caña, más que nada por divertirnos con el contraste de pareceres. Tampoco sé la dinamica que seguirá esta sección, si todos podemos participar en ella de la forma que queramos o nos tenemos que limitar a dar la réplica, a favor o en contra, de lo que en ella se opine. Espero que "el oso en la cueva" nos lo aclare.

Así que por el momento yo por si acaso voy a contar lo que me da la real gana y si tiene a bien nuestro oso, que lo publique. No pretendo contaros mi vida pero por poneros en antecedentes de lo que contaré depues, deciros que yo le dije a mis padres que era maricón cuando tenía 17 años (y ahora tengo 42 así que imaginaros la época de la que os estoy hablando). Estudié carrera universitaria y pase la fase de "seré maricón pero os voy a demostrar a todos que soy el más sabio, el más culto, el más sensible...". Afortunadamente se me paso a tiempo. Me sentí que era un bicho raro porque no conseguía identificarme ni por asomo con los maricones que conocía: o eran una locas redomadas, a las que respeto pero que no tienen nada que ver con mi forma de ser; o bien estaban más dentro del armario que la estola de armiño de Rajoy. Llegué al punto de que todos mis amigos o bien eran heteros o bien eran lesbianas (benditas lesbianas, algún día hablaré de ellas) y por supuesto no me comía una rosca. Hete aquí que era un maricón completamente fuera del armario, mi familia lo sabía, mis amigos lo sabían, mis compañeros de trabajo lo sabían, incluso mis alumnos lo sabían y todos los maricones que conocía me escapaban como alma que lleva el diablo (debo aclarar que vivía en la ciudad mas pija que existe despues del barrio de Salamanca en Madrid). Nunca tuve grandes problemas por decir que era homosexual, sí los típicos del disgusto familiar, afortunadamente solucionados, o alguna gente que no te daba confianzas (aunque siempre pense que era más por ser de izquierdas que por ser maricón). Nunca me apalearon, ni me insultaron, ni me han discriminado en el trabajo. Pero seguía sin tener amigos maricones. En cuanto conocía a alguno medianamente interesante siempre acababa escapando de mí. Y así me dieron los 32 años, conocí a un chico que había estado en Londres durante más de 20 años y a las 24 horas de conocernos ya estabamos liados. Es lo más parecido a un matrimonio que he vivido (salvo mi relación actual), nuestros padres se conocieron, nuestros hermanos se conocieron, nuestros amigos (heteros of course) se conocieron, hasta nuestros vecinos sabían que eramos pareja y en todas las tiendas del barrio lo sabían). Y seguí sin tener amigos maricones.

Luego llegó internet, descubrí el mundo de los osos y creí que había encontrado el paraíso. De repente había un montón de gente homosexual con la que me entendía, que había pasado experiencias similares a las mías. Que no solo no les importaba que fuera gordo, estaban encantados con que lo fuera. Fueron unos años de absoluta dicha: las primeras quedadas, el sentirte arropado, ya no era raro, era uno más. Todavía conservo muy buenos amigos que conocí en esa época y todavía hoy sigo conociendo a gente maravillosa. Pero... ingenuo de mí. Creí que los osos habían superado "el que dirán", que estaban por encima de aspectos físicos, que ser oso era un estado de animo más bien que una presencia corporal: en una palabra, que ser oso era una forma de ser, de entender la vida. Ja, ja, cada vez tengo más claro que sigo siendo raro: que si chubies, que si chasers, que si cubs, que si el premio de mister oso vale el doble que el de mister chaser, que si a ti te falta pelo, que si a ti te sobra barriga. Pero que puta manía de clasificarlo todo, de encasillarlo todo. Pero, ¿en dónde está escrito que a un oso sólo le puede gustar otro oso? ¿o que a un oso sólo le puede gustar un chaser?. Evidentemente cada uno es muy libre de que le guste lo que le de la gana, yo incluso hasta acepto que haya hombres a los que les gustan las mujeres, ¡fijate!, pero me toca mucho el nabo que me digan lo que me tiene que gustar a mí y mucho más como debo de comportarme. Y como resulta que a mi me puede gustar desde un chaser delgadito a un chuby inmenso pues nada: soy una puta. ¡Vaya!, justo como aquellas niñas de clase que se dejaban meter mano por varios chicos: la puta del curso. Y claro, si a uno le dices que no, que no quieres, la reacción inmediata: mira la zorra esa que reina se ha vuelto. Y si le dices a uno "que bueno estás" enseguida su novio te amenaza con darte unas hostias o te deja de hablar a partir de entonces. Si bailas toda la noche: menuda cantidad de pastillas que se habrá tomado. Si no bailas: menudo muermo de tío. ¡Que jodienda! el mundo de los osos es como el de los demás. No hemos aprendido nada de los años de soledad, de sentirnos bichos raros hasta dentro del ambiente, de estar discriminados dentro de la discriminación. Repetimos los mismos esquemas de esos grupos de locas que criticamos tanto, de las fashion que ponemos a parir, de los heteros más rancios.

Durante toda mi vida he estado fuera del armario, he sido militante de un grupo gay, he estado en un sindicato de clase, he conseguido que mi seres queridos me aceptasen, he impuesto mi homosexualidad ante mis compañeros de trabajo, sufrí la soledad de no encontrar un modelo de hombre gay con el que identificarme y cuando por fin encuentro un grupo de gente que creía que me entendería, que sentía lo mismo que yo, con la que por lo menos podría divertirme y tomar una copa o emborracharme sin pensar en mil ojos observándome, va y resulta que soy una zorra, que en mi casa se hacen orgías (¡oh escandalo!), que soy una reina y lo mejor de todo: QUE SOY FRÍVOLO E INSUSTANCIAL (palabras textuales pronunciadas por un rencor-oso). Algunos de mis supuestos compañeros osos me han tratado peor que el más ruin de los heteros que conocí con el agravante de que se supone que ellos deberían entenderme.

Pues sabeis que os digo: que les den a todos los que piensan eso. Que pienso seguir puteando todo lo que me de la gana. Que al único al que le tengo que rendir cuentas es a mi marido y que al que no le guste que se la envaine. Y despues de tanto vitriolo sólo el bálsamo de Fierabas de los verdaderos amigos, los que si te comprenden, lo que de verdad te quieren con todo y a pesar de todo. Sólo por ellos vale la pena seguir tirando (ah, por cierto, muchos son heteros e incluso mujeres).

La Hermana Bastarda de Lisa Simpson

Nota:
Agradezco mucho a este gran amigo su texto. Yo no podría haberlo escrito, ni mejor ni peor, porque de estas cosas no sé tanto, ni puedo contarlas así. Se preguntaba qué dinámica seguiremos en esta cuevilla para introducir el debate, la colaboración... Pues lo cierto es que aún no tengo ni idea. Como se puede ver a la derecha, ya comentaba que me encantaría que hubiera comentarios, textos, con los que ir llenando de palabras y de ideas este antro. Que, quien esté interesado, los puede mandar por correo electrónico a info@lacuevadeloso.org. Y que el compromiso de este oso de la cueva será irlos introduciendo. Creo, y veo que la Hermana Bastarda de Lisa Simpson coincide conmigo, que van siendo necesarios textos, discursos, mítines e incluso exabruptos, sobre el mundo de los osos, sobre nuestro mundo osuno. Aquí teneis todos vuestro sitio.
 

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Comentarios, historias y desventuras de un oso - un oso es un hombre gay a veces peludo, otras fornido o gordo, un maricón nada preocupado por parecerse al chico danone, más bien todo lo contrario

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